sábado, 11 de marzo de 2017

Una más 

Siento el calor de las lágrimas quemando los pequeños surcos de mi  cara y un dolor inmenso que golpea mi pecho y más dolor aún en mi alma maltrecha y herida que huye y vuelve a mi como ráfagas de intensa luz.

Fue de niña que me creí enorme, capaz de ganar a todos y a veces lo conseguí porque todo lo puede la frágil inocencia pronto pérdida ¿Cuándo empezó todo? ¿Cuándo paró mi vida? Ni mis estudios, ni mi trabajo, ni mi esfuerzo, sacrificio, ni mil perdones han podido evitar este horror, este dolor que no me deja. No he sabido decir basta, no he sabido decir no. Oscuridad.

Intento abrir los ojos y no puedo. Bloques de hormigón los oprimen y machacan sin piedad. Poco a poco voy siendo menos. Mi mundo, hace tiempo que está roto, mi amor hecho añicos, imposible de recomponer mi vida, no existo. Poco a poco ya no pienso, sólo veo, sólo callo, soló hago, soló lloro y lloro y vuelvo a empezar...Oscuridad.

Llegan hasta mí como un eco remoto en el tiempo las risas de Eli y Emilia, las más propias, mis risas...y el tumultuoso ruido del bar acompañando el sabor amargo de la espumante cerveza que refresca, como una inyección de felicidad mi oscura y secreta existencia.

Mi corazón asustado corre jadeante al oír aquella voz ronca, intimidatoria, apenas dos hora antes "¡Si te vas, no vuelvas! ¡Te voy a matar! ¡Algún día harás que te mate!"

No le creí, la costumbre.

Logré despegar su mano fundida en mi brazo y salí, con miedo a volver, más miedo a las heridas del alma que a los golpes del cuerpo. Yo sólo quería vivir.

Intento tapar con mis manos los agujeros de la sinrazón mientras fluye entre mis dedos, a borbotones, la llama de la vida que se escapa lentamente ¿Quién cura las heridas del alama rota?

Surge ante mí de repente, sorprendiéndome, su arrogante y grotesca presencia ¿La que antes no era? Prepotencia y soberbia cogidas de la mano, mezcladas entre sí, aderezadas con altas dosis de macho herido, cóctel que revienta, alma saturada de amor que no es amor. Odio y crueldad asomados al azul de aquellos grandes ojos, profundos, penetrantes, ante los que un día me rendí. Aquellas manos dulces que hace tiempo acariciaron mi cuerpo joven, ahora presas de una furia incontrolable y desmedida manejan sin temblar un destello lacerante rápido y fugaz que certero penetra en mi interior, se aleja de mí y vuelve, no sé contar. El hedor a copas saciantes destila por todos los poros de su piel sudorosa y se mete en mi garganta y mi nariz y no me deja respirar. Al acecho...Oscuridad.

Mi boca sabe a sal, un regusto salino de mar en calma, siento el vaivén de las olas que vienen y van, sumerjo mi mente caótica en la relajante paz que tanto ansía y me dejo llevar... ¡Tiemblo! Todo mi ser se estremece. La repentina tormenta embravece el oleaje que arremete contra mí, mar revuelto y espumoso que zarandea y sumerge mi ser mientras una agónica corriente interior recorre mi cuerpo y lo paraliza. Mi garganta escupe un triste y lastimoso gemido que sale ansioso y desesperado desde lo más hondo de mis entrañas "¡Mis hijos!"

Quiero luchar, quiero luchar. Locura. Todo está en silencio, es un silencio espeso y turbio interrumpido por la lejana voz familiar que me llega débil desde el otro lado de la puerta. Estoy cansada, muy cansada, no quiero irme, no puedo más.

Hasta a mi llega la reconocible voz del presentador que con su verborrea incansable continúa informando " Hoy, 8 de Marzo, celebramos el Día Internacional De La Mujer, organizaciones de cincuenta países se movilizan contra la violencia de género y por la IGUALDAD..."

Mi mente esboza una amarga sonrisa a la que mi boca no acompaña.

Lejanos, muy lejanos, cada vez más, los sonidos van dejando de existir, golpes remotos en la puerta, ruido de sirenas que se apagan...

Silencio total.

Oscuridad infinita.

Una más

No hay comentarios:

Publicar un comentario